sábado, 14 de agosto de 2010

"Yo, también", Álvaro Pastor y Antonio Naharro (2009)

Daniel es un chico sevillano de 34 años con síndrome de Down; sin embargo, esta discapacidad no le ha impedido ser el primer europeo con esta deficiencia en obtener dos títulos universitarios: Magisterio y Psicopedagogía.  
Laura es una mujer madrileña con otro tipo de discapacidad: la de no poder encontrar a nadie con quien sentirse verdaderamente a gusto y quizá también la de no haber podido reconciliarse con el mundo.  
Un día, Daniel comienza a trabajar en la administración pública y allí conoce a Laura. Ambos personajes pronto se compenetran de manera especial y el amor empieza a surgir más por parte de Daniel que de Laura.
Yo, también, protagonizada por la ya conocida actriz Lola Dueñas (Mar adentro) y el novel Pablo Pineda, nos muestra dos mundos difíciles y unidos por las circunstancias. Álvaro Pastor y Antonio Naharro se valen de la figura del discapacitado con síndrome de Down para hacernos llegar una bonita y simpática historia de amistad y de amor. Asimismo, desechan la lágrima fácil y el sentimentalismo barato en pos de una historia tierna y con toques de humor. De esta manera, los noveles directores consiguen de forma satisfactoria acercar y normalizar la figura del deficiente mental.
Por supuesto, no debemos olvidar los grandes trabajos interpretativos de los protagonistas. Si ya pudimos advertir en la tan premiada Mar adentro las grandes dotes artísticas de la madrileña, en Yo, también consigue consolidarse como una de las grandes actrices españolas del momento. Por su parte, Pablo Pineda, al que nunca antes habíamos visto, nos sorprende con una asombrosa capacidad interpretativa que puede obsevarse en sus expresiones faciales, en su manera de moverse, así como en los diálogos.
En la parte técnica, destaca una fotografía de calidad, con planos profesionales y artísticos. En consonancia con esto, las técnicas cinematográficas aparecen acompañando a la historia en sí, un ejemplo lo vemos en el uso de las escenas de sexo. Así, mientras que las escenas de puro sexo sin amor entre Laura y los distintos tipos con los que se acuesta se nos muestran de manera abrupta e inmersas en una atmósfera de suciedad y caos; la escena de sexo entre Laura y Daniel es tratada con delicadeza y respeto, resultando de una gran calidad artística y narratológica el fundido que aparece, no mostrando nada cuando no hay que mostrarlo y dejando al espectador la tarea de imaginar lo que sabemos qué pasó. Todo esto es lógico, puesto que, como la propia Laura le confiesa a Daniel, ella se ha acostado con muchos hombres a lo largo de su vida, más de los que caben en esta habitación, pero nunca ha hecho el amor.
No es esta una película de moral barata, es una película para disfrutarla y comprender un poco mejor a todos aquellos que sufren síndrome de Down, eso sí, siempre sin llevarnos al llanto fácil. Así se manifiesta en su simpático final.