lunes, 31 de mayo de 2010

"Fin", David Monteagudo (2009)


La editorial Acantilado publicó el pasado mes de octubre de 2009 la primera novela de David Monteagudo. Nacido en Galicia en 1962 y afincado en Cataluña, estudió Filología Hispánica y ha elegido esta impactante e inquietante novela para iniciarse en el mundo de la escritura.

David Monteagudo nos ofrece un argumento aparentemente manido, pero que ha sabido refrescar y llevarlo por el camino que él ha deseado: un grupo de viejos amigos decide volver a verse veinticinco años después para cumplir la promesa que hicieron en la adolescencia y es a partir de ese reencuentro cuando comienza la apocalíptica historia.

La narración se hace fluida gracias a la abundancia de diálogos entre los personajes, que quizá a veces puedan llegar a resultar excesivos. Sin embargo, el autor ha sabido manejar a cada personaje y cada situación de manera satisfactoria, ayudando a la verosimilitud, que podríamos creer imposible por parte de algunos lectores tratándose de esta novela. De ninguna manera, el lector es capaz de ser fiel a ese pacto que hace desde el comienzo del libro y no dudar de todo lo que en él le cuenta el autor. Así, Monteagudo nos traslada a un mundo apocalíptico, deshabitado, lleno de animales feroces, en el que el miedo impregna el ambiente. Sin embargo, no podemos otorgarle el título de novela de terror a Fin, ya que no es miedo exactamente lo que el lector sentirá; sino más bien, se trata de una novela que partiendo de lo cotidiano ahonda en la psicología de las personas, como lo demuestran los diálogos que mantienen los personajes que van quedando en los últimos capítulos. Por otro lado, es un gran acierto el hecho de que Monteagudo haya elegido para su novela un narrador en tercera persona, no omnisciente y que actúa a modo de cámara. De esta manera, los acontecimientos que se nos presentan son muy visuales; asimismo, el autor utiliza la persona mejor indicada para este tipo de narración, ya que una primera persona no habría resultado tan verosímil ni coherente, y además, huye de las descripciones de los pensamientos, tan decimonónicas, para simplemente dejar a los personajes que se presenten ellos mismos a través de lo que dicen y otorgarle además al lector la libertad de pensar sobre esos personajes.

domingo, 30 de mayo de 2010

"Lo peor de todo", Ray Loriga (1992)


En esta primera novela Ray Loriga bucea en los pensamientos de un adolescente con problemas, perteneciente a la clase media. El autor no pretende contarnos una historia ciertamente, más bien trata de hacernos entrar en la mente de Elder, el protagonista, cuyo nombre es inventado. Por ello, el lector advertirá un cierto caos en el orden de lo relatado, puesto que se trata de pensamientos que va plasmando el protagonista suponemos que en un diario personal. De esta manera, Ray Loriga se inicia en la técnica del monólogo interior y en la novela como diario personal. Sin embargo, se hace evidente durante toda la obra que Ray Loriga no logra dominar ese llamado “fluir de la conciencia”. Es cierto que podemos penetrar en los pensamientos de Elder como si nos adentrásemos en su mente y que ellos están colocados de manera que le resulte verosímil al lector; pero Loriga no consigue hacer creíble esa vida y esa forma de ser de su personaje. El lector no llega a creerse del todo lo que Elder le cuenta y ello se debe a cómo lo cuenta, al empleo excesivo de palabras que podrían aportar frescura a la narración pero que, por el contrario, tan solo hacen que el pacto entre el lector y el autor se rompa y ya no nos creamos nada; al desgaste de una técnica que podría haber resultado rompedora y que, sin embargo, en no pocas ocasiones repele al receptor.

En definitiva, al cerrar el libro nos quedamos con un sabor amargo de lo que podría haber sido y no fue, y advertimos cómo Ray Loriga no supo aprovechar los elementos y la técnica formal que pretendía plasmar en su novela.



viernes, 28 de mayo de 2010

"Aire nuestro", de Manuel Vilas (2009)


Aire nuestro, de Manuel Vilas, se publicó en Alfaguara en octubre de 2009. Inmersa en un mundo y una sociedad distintos, la novela se presenta como una cadena de televisión en la que podemos encontrar una variedad de canales. De la misma manera que nos sentamos a ver la televisión y paseamos por diferentes canales, podemos movernos por la novela de Manuel Vilas. Eso es lo que pretende el autor, igualar su libro a una cadena de televisión. Algo lógico si atendemos y tenemos en cuenta los nuevos avances tecnológicos, así como las nuevas relaciones que están apareciendo en el mundo. De esta manera, podemos entender el planteamiento de Vilas; sin embargo, conforme avanzamos en la lectura nos damos cuenta de un gran fallo que pesa y puede incluso llegar a molestar al lector: la reiteración de los elementos que, en un primer momento, pueden resultar agradables y renovadores. Así, Manuel Vilas desgasta demasiado la figura de Elvis Presley, la música de Lou Reed y, en definitiva, su tratamiento de la cultura. Un tratamiento que ya habíamos visto en Manual de literatura para caníbales, de Rafael Reig y que nos lleva inevitablemente a comparar ambas obras. Si en la novela de Reig nos llegamos a creer esa desmitificación y esa cercanía con los grandes autores de la Historia de la literatura hispánica, no ocurre lo mismo con Aire nuestro, en la que las formas se ven forzadas y no parece tan real esa actitud rompedora con respecto a la cultura, sino más bien impostada, pareciendo una simple pose del autor. Asimismo, el hecho de que el autor se incluya en determinados puntos de su novela, algo que podría provocar la risa en algunas ocasiones, se aleja mucho del humor y refuerza lo ya mencionado anteriormente. En definitiva, el lector se acerca con unas expectativas a Aire nuestro que se ven torcidas.